Lunes, 01 de time.september de 2014
Eduard Hervàs, psicòleg
- Alzira, (España)
Psicología
Psicología
LOS DEBERES ESCOLARES, ENTRE EL DESEO Y EL OLVIDO.
Me contaba la madre de un niño de cerca de cuatro años que había acabado el primer curso de la Escuela Infantil que fue a la reunión de final de curso y la maestra les dio un montón de folios para los deberes del verano de su hijo. El niño tenía que hacer los deberes en las hojas, copiando las letras a lo largo y ancho del verano, con la condición de que “lo hiciera bien hecho”. Porque, como dijo la maestra, no habían estado todo el curso “enseñándoles a hacer las letras” para que ahora en casa desaprendiera lo que había aprendido, y “lo hiciera mal en casa por culpa de los padres". La madre se debatía y dudaba entre dos opciones: el deseo de pasar de deberes y dejar que el niño se olvidara de la enseñanza reglada hasta septiembre y el miedo de no hacerlo y que “le cogiera manía” para el resto de los años de Escuela Infantil en que sería su maestra. Mala cosa, esto del miedo de los padres al profesorado y que merece un artículo entero, y mala cosa dudar entre estas dos opciones. Pero, le dije, resulta que no se ha demostrado todavía en ningún estudio ni investigación que hacer deberes en casa aumente el aprendizaje escolar del alumnado. Las niñas y los niños aprenden cuando ponen en práctica en la realidad de la vida aquello que les han facilitado en la escuela y no cuando tienen que repetir ejercicios o hacer copias en casa al papel. A padres, madres, abuelas y abuelos se les hace asumir también el rol añadido de profesorado no-cualificado, lo que envenena en demasiadas ocasiones la cotidiana vida familiar. En muchos hogares hay verdaderos dramas en torno a las hojas de los deberes, especialmente en verano. Hay niño o niña que lo único que aprende es estar horas y horas delante del folio, entrenándose en no hacer lo que le dicen que debe hacerse, lo que aumenta la tensión parental y familiar al sacar de sus casillas al padre y/o a la madre e, incluso, provocando pelearse entre ellos. Como conclusión y opinión profesional mía, los deberes escolares del verano deberían estar prohibidos por ley y dedicar todo el tiempo al juego. Ciertamente, no hay ninguna norma que obligue a hacer los deberes pero, al contrario, si que se la hay para que jueguen. Veamos como el derecho a jugar es uno de los derechos fundamentales de la Declaración de los Derechos de la Infancia, un derecho tan importante como el de comer, tener un nombre o tener una familia. Porque la única forma que tienen los niños para aprender a vivir es jugar. Jugando consiguen lo más importante, aprender.
PROGRAMA ALTERNATIVO DE DEBERES EN CASA
Pero creo que las familias deberían planificar un programa alternativo de deberes recomendados para el alumnado de Educación Infantil y Primaria, que tendría que componerse, entre otros temas y actividades, de:
EVALUADOS COMO PADRES? POR QUIÉN?
Pero el padre y/o la madre (que a veces también han discutido a causa de los deberes) se sienten evaluados cuando el nene o la nena va a clase a septiembre con el fajo de hojas terminadas y enseñan los deberes que han hecho -mejor o peor, solos o en compañía- en casa. Qué dirá la maestra de nosotros como padres si no lleva los deberes hechos, y bien hechos? Mientras tanto, los niños y niñas no tienen tiempos para aprender a vivir, a solas y en compañía, a proyectar inventos, a pensar, a emprender proyectos con las amistades, a leer libros por placer o a hacer como si se aburrieran. Y esto vale tanto para los días y fines de semana del curso como para las vacaciones más o menos largas de todo el año. La tarea escolar se debe hacer en la escuela y la tiene que ordenar y controlar el profesorado, y hacerse de la manera que diga su Proyecto Curricular y Programación del aula –que tendrá que estar de acuerdo con el Proyecto Educativo de Centro-. Y que pueden hacer el padre y la madre con los deberes que ya tienen encima la mesa, todo julio y agosto? Simplemente, hacer que se pierdan por casa y aparezcan, o no, el primer día de clase. Y, simplemente, decir que "Los perdimos el primer día de las vacaciones, pero el niño ha aprendido mucho y se lo ha pasado muy bien". Porque habrán puesto en práctica el programa alternativo de deberes del verano en casa y los habrán aprovechado para crecer como persona, que es lo que importa, y habrá aprendido a vivir.
Me contaba la madre de un niño de cerca de cuatro años que había acabado el primer curso de la Escuela Infantil que fue a la reunión de final de curso y la maestra les dio un montón de folios para los deberes del verano de su hijo. El niño tenía que hacer los deberes en las hojas, copiando las letras a lo largo y ancho del verano, con la condición de que “lo hiciera bien hecho”. Porque, como dijo la maestra, no habían estado todo el curso “enseñándoles a hacer las letras” para que ahora en casa desaprendiera lo que había aprendido, y “lo hiciera mal en casa por culpa de los padres". La madre se debatía y dudaba entre dos opciones: el deseo de pasar de deberes y dejar que el niño se olvidara de la enseñanza reglada hasta septiembre y el miedo de no hacerlo y que “le cogiera manía” para el resto de los años de Escuela Infantil en que sería su maestra. Mala cosa, esto del miedo de los padres al profesorado y que merece un artículo entero, y mala cosa dudar entre estas dos opciones. Pero, le dije, resulta que no se ha demostrado todavía en ningún estudio ni investigación que hacer deberes en casa aumente el aprendizaje escolar del alumnado. Las niñas y los niños aprenden cuando ponen en práctica en la realidad de la vida aquello que les han facilitado en la escuela y no cuando tienen que repetir ejercicios o hacer copias en casa al papel. A padres, madres, abuelas y abuelos se les hace asumir también el rol añadido de profesorado no-cualificado, lo que envenena en demasiadas ocasiones la cotidiana vida familiar. En muchos hogares hay verdaderos dramas en torno a las hojas de los deberes, especialmente en verano. Hay niño o niña que lo único que aprende es estar horas y horas delante del folio, entrenándose en no hacer lo que le dicen que debe hacerse, lo que aumenta la tensión parental y familiar al sacar de sus casillas al padre y/o a la madre e, incluso, provocando pelearse entre ellos. Como conclusión y opinión profesional mía, los deberes escolares del verano deberían estar prohibidos por ley y dedicar todo el tiempo al juego. Ciertamente, no hay ninguna norma que obligue a hacer los deberes pero, al contrario, si que se la hay para que jueguen. Veamos como el derecho a jugar es uno de los derechos fundamentales de la Declaración de los Derechos de la Infancia, un derecho tan importante como el de comer, tener un nombre o tener una familia. Porque la única forma que tienen los niños para aprender a vivir es jugar. Jugando consiguen lo más importante, aprender.
PROGRAMA ALTERNATIVO DE DEBERES EN CASA
Pero creo que las familias deberían planificar un programa alternativo de deberes recomendados para el alumnado de Educación Infantil y Primaria, que tendría que componerse, entre otros temas y actividades, de:
- Excursiones con los padres, parientes y/o amigos para descubrir la geografía a pie y disfrutar de la naturaleza.
- Horas de agua en la playa o a la piscina, para aprender a nadar, jugar y cansarse.
- Libros para mirar, repasar y/o leer sin resúmenes escritos, para que les provoque aquello de leer por placer.
- Muchos cuentos contados, para aumentar su imaginación y buscar las historias en los libros.
- Diferentes sesiones de historias y álbumes fotográficos familiares, para aprender a sentirse parte de una familia, que va más allá de los padres
- Horas mirando, ayudando y manchándose en la cocina de casa, para aprender a comer y a cocinar..
- Actividad física: deportes, paseos, bicicleta, patines, cuerda para saltar...
- Horas con las amigas y amigos, con juego libre, para aprender las relaciones y las actividades comunes.
- Actividades extra: ver esconderse la luna, ver salir el solo, ir a un concierto de la Banda o una noche de Jazz, buscar y estudiar hormigueros o colleccionar hojas de árbol o piedras del campo.
- Algún tiempo lejos de los padres, para aprender la autonomía y que los padres se reencuentran como pareja.
- Ayudar en las actividades domésticas, para aprender responsabilidad y corresponsabilidad.
- Colaborar en la compra diaria o semanal, para aprender economía y a sumar y restar...
EVALUADOS COMO PADRES? POR QUIÉN?
Pero el padre y/o la madre (que a veces también han discutido a causa de los deberes) se sienten evaluados cuando el nene o la nena va a clase a septiembre con el fajo de hojas terminadas y enseñan los deberes que han hecho -mejor o peor, solos o en compañía- en casa. Qué dirá la maestra de nosotros como padres si no lleva los deberes hechos, y bien hechos? Mientras tanto, los niños y niñas no tienen tiempos para aprender a vivir, a solas y en compañía, a proyectar inventos, a pensar, a emprender proyectos con las amistades, a leer libros por placer o a hacer como si se aburrieran. Y esto vale tanto para los días y fines de semana del curso como para las vacaciones más o menos largas de todo el año. La tarea escolar se debe hacer en la escuela y la tiene que ordenar y controlar el profesorado, y hacerse de la manera que diga su Proyecto Curricular y Programación del aula –que tendrá que estar de acuerdo con el Proyecto Educativo de Centro-. Y que pueden hacer el padre y la madre con los deberes que ya tienen encima la mesa, todo julio y agosto? Simplemente, hacer que se pierdan por casa y aparezcan, o no, el primer día de clase. Y, simplemente, decir que "Los perdimos el primer día de las vacaciones, pero el niño ha aprendido mucho y se lo ha pasado muy bien". Porque habrán puesto en práctica el programa alternativo de deberes del verano en casa y los habrán aprovechado para crecer como persona, que es lo que importa, y habrá aprendido a vivir.