Martes, 26 de mayo de 2020
Lo primero: los adultos no llenarse de ansiedad y prejuicios inneceesarios. La sexualidad de los niños, no siempre es similar al morbo con el cual los adultos ven las cosas.
Sin embargo, no es menos cierto que hay una influencia cada vez más creciente de los medios de comunicación y la pornografía, que podrían inducir a nuevas conductas precoces en los niños. Ciertos actos se dan, por mucha curiosidad y también por la falta de control de parte de los adultos. Un control que presupone diálogo permanente con los niños. Asesoramiento ocasional en torno al despertar de la sexualidad, sin necesidad de convertirnos en una enciclopedia. Asesorar lo justo y lo necesario.
Si el acto se dio, los niños en su afán de protegerse, van a mentir e incluso a imaginar. Lo cierto es que algo ocurrió y sus respectivos padres, (no otras personas), deben hablar con ellos, explicándoles el resto por el cuerpo y las partes de las demás personas. Su valoración de esta enseñanza dependerá de la forma como se lo aborde. Sin hacerlos culpables, sino por el contrario, que asuman con responsabilidad sus futuros actos, sobre todo sin mentira.
Eviten los adultos tratar de encontrar la última versión de todos los hechos, porque eso sería más dañino que el mismo acto. Culpabilizar a los chicos es algo innecesario. Pero debemos como adultos ejercer mayor control y en este caso poner límites a los encuentros sin supervisión de adultos.
Bajo ningún concepto se piense, de que alguno de los niños tenga una disfunción o una enfermedad. Son hechos producto de la propia curiosidad y descubrimiento de todo niño. Lo único que hay que hacer es una adecuada supervisión, para que no se torne en una conducta obsesiva.