Martes, 03 de febrero de 2015
Psi Baires
Psicología
Psicología
Por lo general, la gente piensa en el psicólogo como un mecánico al que visita la gente loca (“la cabeza ya no le funciona bien”) buscando ser arregladas. ¿La verdad? Ojalá tuviéramos esa capacidad, nuestra labor sería aún más gratificante de lo que es, pero la realidad debe corregirse en dos puntos aquí y, aquellos que deseen estudiar esta hermosa carrera o que ya lo están haciendo, deben ser los primeros en comprender este importante detalle.
Como recientemente presentara Jennifer Kunst en su columna de Psychology Today, las personas que recurren al psicoterapeuta no están locas y los psicoterapeutas no arreglan a sus pacientes. Aunque es comprensible este error en el concepto de la psicología pues, por lo general, el paciente recurre al psicoterapeuta cuando se siente funcionando mal, buscando una solución a su problema, esperando que con unos pocos consejos del tipo “piensa esto y no aquello” (cuál herramientas introducidas en un auto), los problemas desaparezcan y vuelva todo a la normalidad. Pero esto no funciona así.
El paciente o cliente (para quitarle esa suposición de herido o enfermo) no es una persona loca que necesita ser arreglada, no es como el auto, el lavarropas o la heladera, al que cuando empieza a funcionar mal se le meten unas herramientas y ¡puff! comienza a andar bien. No, la persona es un ser interesante, un sujeto dinámicamente complejo y activamente comprometido con el proceso de mejora, se podría decir que no se trabaja “en el sujeto”, sino que con el sujeto, quien debe hacer su parte.
Otros ven al psicoterapeuta como un cirujano al que se acude con el fin de que extirpe aquel “tumor” que tienen en su vida, aquella parte tóxica de su personalidad o aquel malestar que está sufriendo, quedando como nuevo luego de una terapia/cirugía y llevándose a casa sólo las “partes sanas de su personalidad”. Sería hermoso poder hacerlo, que con sólo un par de ejercicios todo en la vida del paciente/cliente mejorara pero, desafortunadamente, el aparato psíquico no funciona de esa manera, no se puede separar en partes y funcionar sólo con unas, es un todo inquebrantable, aunque puede llegar a cambiarse la forma en que funciona, jamás podrás cambiar “la pieza” ni quitar el “órgano” que no te gusta.
Sin embargo, una mejor manera de pensar lo que hace el psicoterapeuta, es verlo como un asistente de rehabilitación, quizás un kinesiólogo o quiropráctico de la mente. El psicoterapeuta ayuda a su paciente/cliente a desarrollar fuerzas, le enseña a trabajar con sus debilidades. Todos tenemos limitaciones (por nuestra personalidad, nuestra genética, nuestra crianza, nuestras experiencias de vida, etc.) y mientras tratamos de hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos, quizás necesitemos ayuda para poder hacerlo aún mejor, el psicoterapeuta puede entregar esa guía para encontrar nuevas formas de hacer las cosas, para ganar nuevas fuerzas o, incluso, para recuperar esas que se habían perdido.
El trabajo del psicoterapeuta es lento, es un proceso doloroso, pues el paciente/cliente es quien debe hacer el trabajo, nadie más puede hacerlo por él, por vos, allí estará el psicoterapeuta guiándote en ese proceso, animándote y presentandote nuevos desafíos. La rehabilitación física es desarrollar el cuerpo poco a poco, paso a paso, lentamente, una buena psicoterapia debería ser un proceso similar para con la mente, ayudando a desarrollar músculos mentales y emocionales como la paciencia, la tolerancia, la persistencia, el valor y la aceptación. Lo más importante es que, al final, cada paciente debe desarrollar por sí mismo el trabajo, así, un buen terapeuta promoverá el autodesarrollo, ayudando a crear fuerzas y habilidades para toda la vida.
Seguramente hay muchas otras formas de ver al psicoterapeuta y su labor, pero estas son las que ofrece Jennifer en su publicación, algo a tomar en cuenta como pacientes y como terapeutas.
Como recientemente presentara Jennifer Kunst en su columna de Psychology Today, las personas que recurren al psicoterapeuta no están locas y los psicoterapeutas no arreglan a sus pacientes. Aunque es comprensible este error en el concepto de la psicología pues, por lo general, el paciente recurre al psicoterapeuta cuando se siente funcionando mal, buscando una solución a su problema, esperando que con unos pocos consejos del tipo “piensa esto y no aquello” (cuál herramientas introducidas en un auto), los problemas desaparezcan y vuelva todo a la normalidad. Pero esto no funciona así.
El paciente o cliente (para quitarle esa suposición de herido o enfermo) no es una persona loca que necesita ser arreglada, no es como el auto, el lavarropas o la heladera, al que cuando empieza a funcionar mal se le meten unas herramientas y ¡puff! comienza a andar bien. No, la persona es un ser interesante, un sujeto dinámicamente complejo y activamente comprometido con el proceso de mejora, se podría decir que no se trabaja “en el sujeto”, sino que con el sujeto, quien debe hacer su parte.
Otros ven al psicoterapeuta como un cirujano al que se acude con el fin de que extirpe aquel “tumor” que tienen en su vida, aquella parte tóxica de su personalidad o aquel malestar que está sufriendo, quedando como nuevo luego de una terapia/cirugía y llevándose a casa sólo las “partes sanas de su personalidad”. Sería hermoso poder hacerlo, que con sólo un par de ejercicios todo en la vida del paciente/cliente mejorara pero, desafortunadamente, el aparato psíquico no funciona de esa manera, no se puede separar en partes y funcionar sólo con unas, es un todo inquebrantable, aunque puede llegar a cambiarse la forma en que funciona, jamás podrás cambiar “la pieza” ni quitar el “órgano” que no te gusta.
Sin embargo, una mejor manera de pensar lo que hace el psicoterapeuta, es verlo como un asistente de rehabilitación, quizás un kinesiólogo o quiropráctico de la mente. El psicoterapeuta ayuda a su paciente/cliente a desarrollar fuerzas, le enseña a trabajar con sus debilidades. Todos tenemos limitaciones (por nuestra personalidad, nuestra genética, nuestra crianza, nuestras experiencias de vida, etc.) y mientras tratamos de hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos, quizás necesitemos ayuda para poder hacerlo aún mejor, el psicoterapeuta puede entregar esa guía para encontrar nuevas formas de hacer las cosas, para ganar nuevas fuerzas o, incluso, para recuperar esas que se habían perdido.
El trabajo del psicoterapeuta es lento, es un proceso doloroso, pues el paciente/cliente es quien debe hacer el trabajo, nadie más puede hacerlo por él, por vos, allí estará el psicoterapeuta guiándote en ese proceso, animándote y presentandote nuevos desafíos. La rehabilitación física es desarrollar el cuerpo poco a poco, paso a paso, lentamente, una buena psicoterapia debería ser un proceso similar para con la mente, ayudando a desarrollar músculos mentales y emocionales como la paciencia, la tolerancia, la persistencia, el valor y la aceptación. Lo más importante es que, al final, cada paciente debe desarrollar por sí mismo el trabajo, así, un buen terapeuta promoverá el autodesarrollo, ayudando a crear fuerzas y habilidades para toda la vida.
Seguramente hay muchas otras formas de ver al psicoterapeuta y su labor, pero estas son las que ofrece Jennifer en su publicación, algo a tomar en cuenta como pacientes y como terapeutas.