Psicología
Este artículo no pretende crear debate entre quienes están a favor o en contra de que las personas con preferencia sexual distinta a la aceptada específicamente por la iglesia cristiana sean aceptadas como dignas de pertenecer a su institución y tener acceso a sus beneficios, derechos, recompensas, responsabilidades, etc.
Lo que se pretende es brindar una perspectiva diferente que tal vez algunas personas pertenecientes a la población homosexual no han considerado.
La necesidad de aceptación en la iglesia crea una asociación entre la fe en Dios y la necesidad de ejercer dicha fe únicamente por medio de la práctica de una religión y la asistencia a una iglesia. Esto genera un pensamiento contradictorio; como una persona que llega a aceptarse a sí misma necesita la aceptación de un grupo de seres humanos para que intercedan en su comunicación con Dios. Si realmente existe fe, se sobre entiende entonces que no habrá temor a ser o no aceptado(a) por Dios puesto que es obvio que este le amará de forma incondicional, pues trasciende la capacidad del entendimiento humano (la visión de Dios humanizado se profundizará en un artículo posterior, el cual no necesariamente tendrá relación con este pero si podría de cierta forma complementarlo).
La idea es que el individuo se cuestione no desde un punto de vista religioso, sino a partir de sus principios morales, su autoimagen y el respeto que tenga por sí mismo(a), si luchar por la aceptación de un grupo religioso, la cual de darse, a pesar de que podría ser el resultado de la votación de una mayoría o sea el caso la imposición de una decisión gubernamental, siempre acarrearía la desaprobación y el repudio de la parte en contra.
Así, para que el esfuerzo en logra un objetivo que podría denominarse agridulce; sería como pagar por un servicio y recibirlo a sabiendas de que es por compromiso de la otra parte.
No sería mejor destinar energías a alcanzar igualdad derechos a nivel legal? En lugar de librar una batalla donde al final, en términos muy realistas no existirían sino perdedores.
Dr. Hermann Valverde, Psicólogo
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