Viernes, 05 de time.september de 2014
Psic. Carlos Reyes Monter.
- Puebla, (México)
Psicología
Psicología
Solemos referirnos, en nuestra vida cotidiana, a cualquier tipo de miedo, y cualquier cosa que nos espanta o incluso nos disgusta con la palabra “fobia”. La etimología de la palabra es muy clara: del griego Phobos=Miedo.
Sin embargo el miedo nos sirve para sobrevivir y en términos generales cumple con una función positiva, alertarnos sobre amenazas, lo que nos permite afrontar las situaciones que son o pueden ser peligrosas. Imagina que de repente pierdes el miedo a cruzar el semáforo en rojo...creo que eso no sería buena idea.
Ahora bien cuando ese miedo rebasa los umbrales que nos permiten actuar, sobrerreaccionamos con un miedo paralizante hacia objetos o situaciones que no son amenazas reales, entonces estamos en presencia de un miedo patológico.
En otras palabras la diferencia entre un miedo sano, natural y un miedo que se ha convertido en un problema, es que en el primero somos capaces de manejar e incluso incrementar nuestra capacidad para manejar la amenaza, mientras que con el segundo reaccionamos al revés: nuestra capacidad para enfrentar la situación se ve disminuida e incluso llega a desaparecer, estamos paralizados en la jaula del miedo.
Antes de darnos cuenta “conscientemente”, es decir antes de saber que tenemos miedo, lo estamos ya viviendo.
¿Raro?, lo que ocurre es que primero nuestros sentidos localizan algo que asocian con peligro, por ejemplo una sensación, un olor, un ruido o una imagen, y esto activa una parte del cerebro llamada amígdala, la cual alerta a otras áreas del cerebro. El resultado de esto son las reacciones de sudoración, taquicardia, segregamos adrenalina, las terminaciones nerviosas debajo de nuestra piel se ponen activas, lo que provoca la llamada “piel de gallina” y se nos dilatan las pupilas. Estamos reaccionando como un hombre de las cavernas ante un tigre dientes de sable: preparados para pelear o huir.
Después de que estas reacciones se han dado, literalmente en un abrir y cerrar de ojos, nuestra mente consciente se da cuenta y entonces confunde toda esta reacción, una situación no amenazante, con una amenaza real, por ejemplo hablar en público o bien salir solo a la calle o un centro comercial.
Nuestra mente es capaz de engañarse a sí misma, de manera que después de las primeras experiencias de miedo incontrolable ante una situación inocua, aprende a “crear” su propia trampa: bastara con una imagen en nuestra mente sobre la situación para crear todas las emociones y reacciones físicas que nos conducen al miedo incontrolable. Por ello es la propia mente la que puede desmontar este autoengaño.
En cuanto a nombres para fobias hay todos los que el lenguaje pueda crear, basta con agregar a la raíz griega o latina del objeto o situación el sufijo fobia. Pero además están en constante evolución de acuerdo a los cambios de época y formas de vivir. Por ejemplo las fobias a los animales (zoofobias), que antes del gran crecimiento de las poblaciones urbanas se basaban en miedos a animales no urbanos, por ejemplo a los lobos (baste recordar los refranes, fabulas y cuentos que hacen referencia al canis lupus), sin embargo actualmente las fobias relacionadas con animales tienen que ver mas con la vida citadina: ratas, palomas o perros.
Como suele ocurrir, en la búsqueda de explicar el origen de este fenómeno existen las posturas que privilegian un origen biológico y quienes privilegian un origen basado en el entorno (familia, crianza, etc.).
Pensamos que, como pasa con cualquier asunto en donde los humanos nos relacionamos con nosotros mismos y el mundo habrá una combinación, además interactiva (de ida y vuelta) entre los factores biológicos y ambientales.
Desde mediados de los años 90’s ha habido una consistencia en cuanto a los resultados de investigaciones diversas, por ejemplo del MRI (Mental Research Institute) de Palo Alto California, los trabajos de Barlow y Marks publicados por la Universidad de Oxford y del propio Giorgio Nardone en el CTS de Arezzo Italia, los cuales , para efectos prácticos, nos indican que las soluciones a este tipo de problemas parecen estar claramente más relacionadas con lo que podemos hacer aquí y ahora, con lo que perpetúa el problema, que con lo que lo haya provocado en el pasado. De hecho no podemos cambiar el pasado, ni en los aspectos biológicos ni ambientales.
En palabras de G. Nardone “Quien sufre ataques de pánico tiene miedo de lo que puede sucederle, no de lo que le ha sucedido”.
Entonces si para solucionar el problema de la reacción de miedo descontrolado podemos intervenir en lo que pasa aquí y ahora, la situación comienza a aparecer más esperanzadora y clara.
Se han identificado a través de la investigación y de la experiencia de la practica terapéutica, formas de reaccionar que con la mejor de las intenciones ponemos en práctica, pero que terminan por que generar los “círculos viciosos” que perpetúan los miedos.
Podemos mencionar que conforme pasan las ocasiones y el tiempo en que caemos presas del miedo, uno de los intentos que hacemos por salir de ello es tratar de no pensar en el, desgraciadamente tratar de “No pensar en el miedo” es ya pensar en el.
De esta manera los pensamientos acerca del miedo en cuestión, van absorbiendo cada vez más de nuestro tiempo cada día, trayendo consigo otro factor que perpetua el problema, el desanimo que nos hace ver todo a través de los “lentes” del fracaso, con la consecuencia de pasar por alto los momentos, excepciones, en que logramos vencer al miedo. Estas excepciones son Oro Molido, porque en ellas existen estrategias exitosas, involuntarias pero replicables, para salir de esta jaula.
También es de reconocerse que un factor importante que nos impide superar estos problemas es el recurrir a evitar las situaciones u objetos que nos provocan el miedo. Por desgracia cada evitación lo que hace es darnos un mensaje poderoso, constante y devastador: “evité una situación peligrosa que además soy incapaz de enfrentar”. Con la consecuencia de aumentar el miedo para la siguiente ocasión, dándole a el miedo un crecimiento en escalada con cada evitación.
El tema es bastante amplio y uno de mis temas favoritos: es emocionante mirar como quienes creían ser unos temerosos corderos terminan por levantarse como unos leones.
Si te aqueja un problema fóbico te sugiero acudir con un terapeuta profesional.
Una pequeña idea para comenzar a enfrentar el miedo, es dedicarle diario unos 15 minutos a escribir acerca de él. Lo comienzas a enfrentar en un modo seguro. Esto aclaro que no substituye la ayuda profesional.
Como decía el senador romano Catón: “Cuando te haga falta algo, pídelo prestado…A ti Mismo”
Sin embargo el miedo nos sirve para sobrevivir y en términos generales cumple con una función positiva, alertarnos sobre amenazas, lo que nos permite afrontar las situaciones que son o pueden ser peligrosas. Imagina que de repente pierdes el miedo a cruzar el semáforo en rojo...creo que eso no sería buena idea.
Ahora bien cuando ese miedo rebasa los umbrales que nos permiten actuar, sobrerreaccionamos con un miedo paralizante hacia objetos o situaciones que no son amenazas reales, entonces estamos en presencia de un miedo patológico.
En otras palabras la diferencia entre un miedo sano, natural y un miedo que se ha convertido en un problema, es que en el primero somos capaces de manejar e incluso incrementar nuestra capacidad para manejar la amenaza, mientras que con el segundo reaccionamos al revés: nuestra capacidad para enfrentar la situación se ve disminuida e incluso llega a desaparecer, estamos paralizados en la jaula del miedo.
Antes de darnos cuenta “conscientemente”, es decir antes de saber que tenemos miedo, lo estamos ya viviendo.
¿Raro?, lo que ocurre es que primero nuestros sentidos localizan algo que asocian con peligro, por ejemplo una sensación, un olor, un ruido o una imagen, y esto activa una parte del cerebro llamada amígdala, la cual alerta a otras áreas del cerebro. El resultado de esto son las reacciones de sudoración, taquicardia, segregamos adrenalina, las terminaciones nerviosas debajo de nuestra piel se ponen activas, lo que provoca la llamada “piel de gallina” y se nos dilatan las pupilas. Estamos reaccionando como un hombre de las cavernas ante un tigre dientes de sable: preparados para pelear o huir.
Después de que estas reacciones se han dado, literalmente en un abrir y cerrar de ojos, nuestra mente consciente se da cuenta y entonces confunde toda esta reacción, una situación no amenazante, con una amenaza real, por ejemplo hablar en público o bien salir solo a la calle o un centro comercial.
Nuestra mente es capaz de engañarse a sí misma, de manera que después de las primeras experiencias de miedo incontrolable ante una situación inocua, aprende a “crear” su propia trampa: bastara con una imagen en nuestra mente sobre la situación para crear todas las emociones y reacciones físicas que nos conducen al miedo incontrolable. Por ello es la propia mente la que puede desmontar este autoengaño.
En cuanto a nombres para fobias hay todos los que el lenguaje pueda crear, basta con agregar a la raíz griega o latina del objeto o situación el sufijo fobia. Pero además están en constante evolución de acuerdo a los cambios de época y formas de vivir. Por ejemplo las fobias a los animales (zoofobias), que antes del gran crecimiento de las poblaciones urbanas se basaban en miedos a animales no urbanos, por ejemplo a los lobos (baste recordar los refranes, fabulas y cuentos que hacen referencia al canis lupus), sin embargo actualmente las fobias relacionadas con animales tienen que ver mas con la vida citadina: ratas, palomas o perros.
Como suele ocurrir, en la búsqueda de explicar el origen de este fenómeno existen las posturas que privilegian un origen biológico y quienes privilegian un origen basado en el entorno (familia, crianza, etc.).
Pensamos que, como pasa con cualquier asunto en donde los humanos nos relacionamos con nosotros mismos y el mundo habrá una combinación, además interactiva (de ida y vuelta) entre los factores biológicos y ambientales.
Desde mediados de los años 90’s ha habido una consistencia en cuanto a los resultados de investigaciones diversas, por ejemplo del MRI (Mental Research Institute) de Palo Alto California, los trabajos de Barlow y Marks publicados por la Universidad de Oxford y del propio Giorgio Nardone en el CTS de Arezzo Italia, los cuales , para efectos prácticos, nos indican que las soluciones a este tipo de problemas parecen estar claramente más relacionadas con lo que podemos hacer aquí y ahora, con lo que perpetúa el problema, que con lo que lo haya provocado en el pasado. De hecho no podemos cambiar el pasado, ni en los aspectos biológicos ni ambientales.
En palabras de G. Nardone “Quien sufre ataques de pánico tiene miedo de lo que puede sucederle, no de lo que le ha sucedido”.
Entonces si para solucionar el problema de la reacción de miedo descontrolado podemos intervenir en lo que pasa aquí y ahora, la situación comienza a aparecer más esperanzadora y clara.
Se han identificado a través de la investigación y de la experiencia de la practica terapéutica, formas de reaccionar que con la mejor de las intenciones ponemos en práctica, pero que terminan por que generar los “círculos viciosos” que perpetúan los miedos.
Podemos mencionar que conforme pasan las ocasiones y el tiempo en que caemos presas del miedo, uno de los intentos que hacemos por salir de ello es tratar de no pensar en el, desgraciadamente tratar de “No pensar en el miedo” es ya pensar en el.
De esta manera los pensamientos acerca del miedo en cuestión, van absorbiendo cada vez más de nuestro tiempo cada día, trayendo consigo otro factor que perpetua el problema, el desanimo que nos hace ver todo a través de los “lentes” del fracaso, con la consecuencia de pasar por alto los momentos, excepciones, en que logramos vencer al miedo. Estas excepciones son Oro Molido, porque en ellas existen estrategias exitosas, involuntarias pero replicables, para salir de esta jaula.
También es de reconocerse que un factor importante que nos impide superar estos problemas es el recurrir a evitar las situaciones u objetos que nos provocan el miedo. Por desgracia cada evitación lo que hace es darnos un mensaje poderoso, constante y devastador: “evité una situación peligrosa que además soy incapaz de enfrentar”. Con la consecuencia de aumentar el miedo para la siguiente ocasión, dándole a el miedo un crecimiento en escalada con cada evitación.
El tema es bastante amplio y uno de mis temas favoritos: es emocionante mirar como quienes creían ser unos temerosos corderos terminan por levantarse como unos leones.
Si te aqueja un problema fóbico te sugiero acudir con un terapeuta profesional.
Una pequeña idea para comenzar a enfrentar el miedo, es dedicarle diario unos 15 minutos a escribir acerca de él. Lo comienzas a enfrentar en un modo seguro. Esto aclaro que no substituye la ayuda profesional.
Como decía el senador romano Catón: “Cuando te haga falta algo, pídelo prestado…A ti Mismo”