Viernes, 05 de time.september de 2014
PATRICIA VIGIL
Psicología
Psicología
¿Es justo el precio que estas pagando por la vida que llevas?
El paradigma en el ámbito laboral moderno es: “Más Cantidad, más Rápido, más Productivo”
Hoy tenemos más información que nunca y a gran velocidad, esto nos está generando un sentido de urgencia permanente y una distracción interminable.
Tenemos más correos que contestar, más WhatsApp que leer, más lugares a donde ir, más personas que atender y pensamos más a menudo que debemos trabajar mas para no quedarnos relegados.
Es cierto que tanta tecnología ha hecho posible la comunicación y la información casi instantánea en cualquier lugar y a cualquier hora, somos más eficaces y con un rango de acción más grande, pero también es cierto que este exceso de recursos resulta perjudicial, pues sin un control y una sana discriminación estas mismas tecnologías acaban por abrumarnos.
La urgencia que se vive en el mercado laboral finalmente merma nuestra creatividad, la calidad, el compromiso genuino con el trabajo, nuestra capacidad de reflexionar y finalmente nuestro rendimiento.
No importa cuántos clientes o dinero ganemos – nunca es suficiente –.
Nos dormimos más tarde, comemos más ansiosos y manejamos más rápido.
Me pregunté a mí misma ¿he iniciado una carrera eterna que nunca podré ganar?
Me di cuenta que esta actividad frenética está teniendo un costo: menos tiempo para disfrutar, menos tiempo para reflexionar, menos tiempo para estar con las personas que amo y me aman.
Y como dice Tony Schwartz en su libro: la anti productividad: La ética de “más cantidad, más grande, más rápido” genera un valor que es limitado, superficial y a corto plazo. Aunque parezca paradójico nos llevará a cada vez menos.
La reflexión a la que voy es que hemos creído que si trabajamos más vamos a ser más productivos y exitosos y en realidad no es el número de horas que pasamos detrás de un escritorio, sino la energía que le aportamos al trabajo y el valor que generamos como resultado.
Algunas investigaciones en el mercado laboral sugieren que somos más productivos cuando nos movemos en periodos regulares de alta concentración y descanso.
Al sobre satúranos de trabajo durante tantas horas consumismos demasiada energía mental y emocional, y no somos sensibles con nosotros mismos para darnos un momento para refrescarnos y renovarnos. Trabajando de este modo no solo sacrificamos nuestra salud y rejuvenecimiento sino todos los beneficios que podemos obtener de un periodo de descanso y renovación como son: tener una perspectiva más amplia, más creatividad y claridad para pensar más reflexivamente sobre nosotros mismos y los demás. Vale la pena responder la pregunta ¿Es justo el precio que estoy pagando por la vida que llevo?
El paradigma en el ámbito laboral moderno es: “Más Cantidad, más Rápido, más Productivo”
Hoy tenemos más información que nunca y a gran velocidad, esto nos está generando un sentido de urgencia permanente y una distracción interminable.
Tenemos más correos que contestar, más WhatsApp que leer, más lugares a donde ir, más personas que atender y pensamos más a menudo que debemos trabajar mas para no quedarnos relegados.
Es cierto que tanta tecnología ha hecho posible la comunicación y la información casi instantánea en cualquier lugar y a cualquier hora, somos más eficaces y con un rango de acción más grande, pero también es cierto que este exceso de recursos resulta perjudicial, pues sin un control y una sana discriminación estas mismas tecnologías acaban por abrumarnos.
La urgencia que se vive en el mercado laboral finalmente merma nuestra creatividad, la calidad, el compromiso genuino con el trabajo, nuestra capacidad de reflexionar y finalmente nuestro rendimiento.
No importa cuántos clientes o dinero ganemos – nunca es suficiente –.
Nos dormimos más tarde, comemos más ansiosos y manejamos más rápido.
Me pregunté a mí misma ¿he iniciado una carrera eterna que nunca podré ganar?
Me di cuenta que esta actividad frenética está teniendo un costo: menos tiempo para disfrutar, menos tiempo para reflexionar, menos tiempo para estar con las personas que amo y me aman.
Y como dice Tony Schwartz en su libro: la anti productividad: La ética de “más cantidad, más grande, más rápido” genera un valor que es limitado, superficial y a corto plazo. Aunque parezca paradójico nos llevará a cada vez menos.
La reflexión a la que voy es que hemos creído que si trabajamos más vamos a ser más productivos y exitosos y en realidad no es el número de horas que pasamos detrás de un escritorio, sino la energía que le aportamos al trabajo y el valor que generamos como resultado.
Algunas investigaciones en el mercado laboral sugieren que somos más productivos cuando nos movemos en periodos regulares de alta concentración y descanso.
Al sobre satúranos de trabajo durante tantas horas consumismos demasiada energía mental y emocional, y no somos sensibles con nosotros mismos para darnos un momento para refrescarnos y renovarnos. Trabajando de este modo no solo sacrificamos nuestra salud y rejuvenecimiento sino todos los beneficios que podemos obtener de un periodo de descanso y renovación como son: tener una perspectiva más amplia, más creatividad y claridad para pensar más reflexivamente sobre nosotros mismos y los demás. Vale la pena responder la pregunta ¿Es justo el precio que estoy pagando por la vida que llevo?
El paradigma en el ámbito laboral moderno es: “Más Cantidad, más Rápido, más Productivo”
Hoy tenemos más información que nunca y a gran velocidad, esto nos está generando un sentido de urgencia permanente y una distracción interminable.
Tenemos más correos que contestar, más WhatsApp que leer, más lugares a donde ir, más personas que atender y pensamos más a menudo que debemos trabajar mas para no quedarnos relegados.
Es cierto que tanta tecnología ha hecho posible la comunicación y la información casi instantánea en cualquier lugar y a cualquier hora, somos más eficaces y con un rango de acción más grande, pero también es cierto que este exceso de recursos resulta perjudicial, pues sin un control y una sana discriminación estas mismas tecnologías acaban por abrumarnos.
La urgencia que se vive en el mercado laboral finalmente merma nuestra creatividad, la calidad, el compromiso genuino con el trabajo, nuestra capacidad de reflexionar y finalmente nuestro rendimiento.
No importa cuántos clientes o dinero ganemos – nunca es suficiente –.
Nos dormimos más tarde, comemos más ansiosos y manejamos más rápido.
Me pregunté a mí misma ¿he iniciado una carrera eterna que nunca podré ganar?
Me di cuenta que esta actividad frenética está teniendo un costo: menos tiempo para disfrutar, menos tiempo para reflexionar, menos tiempo para estar con las personas que amo y me aman.
Y como dice Tony Schwartz en su libro: la anti productividad: La ética de “más cantidad, más grande, más rápido” genera un valor que es limitado, superficial y a corto plazo. Aunque parezca paradójico nos llevará a cada vez menos.
La reflexión a la que voy es que hemos creído que si trabajamos más vamos a ser más productivos y exitosos y en realidad no es el número de horas que pasamos detrás de un escritorio, sino la energía que le aportamos al trabajo y el valor que generamos como resultado.
Algunas investigaciones en el mercado laboral sugieren que somos más productivos cuando nos movemos en periodos regulares de alta concentración y descanso.
Al sobre satúranos de trabajo durante tantas horas consumismos demasiada energía mental y emocional, y no somos sensibles con nosotros mismos para darnos un momento para refrescarnos y renovarnos. Trabajando de este modo no solo sacrificamos nuestra salud y rejuvenecimiento sino todos los beneficios que podemos obtener de un periodo de descanso y renovación como son: tener una perspectiva más amplia, más creatividad y claridad para pensar más reflexivamente sobre nosotros mismos y los demás. Vale la pena responder la pregunta ¿Es justo el precio que estoy pagando por la vida que llevo?
El paradigma en el ámbito laboral moderno es: “Más Cantidad, más Rápido, más Productivo”
Hoy tenemos más información que nunca y a gran velocidad, esto nos está generando un sentido de urgencia permanente y una distracción interminable.
Tenemos más correos que contestar, más WhatsApp que leer, más lugares a donde ir, más personas que atender y pensamos más a menudo que debemos trabajar mas para no quedarnos relegados.
Es cierto que tanta tecnología ha hecho posible la comunicación y la información casi instantánea en cualquier lugar y a cualquier hora, somos más eficaces y con un rango de acción más grande, pero también es cierto que este exceso de recursos resulta perjudicial, pues sin un control y una sana discriminación estas mismas tecnologías acaban por abrumarnos.
La urgencia que se vive en el mercado laboral finalmente merma nuestra creatividad, la calidad, el compromiso genuino con el trabajo, nuestra capacidad de reflexionar y finalmente nuestro rendimiento.
No importa cuántos clientes o dinero ganemos – nunca es suficiente –.
Nos dormimos más tarde, comemos más ansiosos y manejamos más rápido.
Me pregunté a mí misma ¿he iniciado una carrera eterna que nunca podré ganar?
Me di cuenta que esta actividad frenética está teniendo un costo: menos tiempo para disfrutar, menos tiempo para reflexionar, menos tiempo para estar con las personas que amo y me aman.
Y como dice Tony Schwartz en su libro: la anti productividad: La ética de “más cantidad, más grande, más rápido” genera un valor que es limitado, superficial y a corto plazo. Aunque parezca paradójico nos llevará a cada vez menos.
La reflexión a la que voy es que hemos creído que si trabajamos más vamos a ser más productivos y exitosos y en realidad no es el número de horas que pasamos detrás de un escritorio, sino la energía que le aportamos al trabajo y el valor que generamos como resultado.
Algunas investigaciones en el mercado laboral sugieren que somos más productivos cuando nos movemos en periodos regulares de alta concentración y descanso.
Al sobre satúranos de trabajo durante tantas horas consumismos demasiada energía mental y emocional, y no somos sensibles con nosotros mismos para darnos un momento para refrescarnos y renovarnos. Trabajando de este modo no solo sacrificamos nuestra salud y rejuvenecimiento sino todos los beneficios que podemos obtener de un periodo de descanso y renovación como son: tener una perspectiva más amplia, más creatividad y claridad para pensar más reflexivamente sobre nosotros mismos y los demás. Vale la pena responder la pregunta ¿Es justo el precio que estoy pagando por la vida que llevo?
Patricia Vigil