Lunes, 11 de noviembre de 2013
Espiga, Centro de Crecimiento Integral
- Santo Domingo, (Argentina)
Psicología
Psicología
Los seres humanos, hemos acumulado en la historia de la humanidad, incontables vivencias, que de alguna manera, han incidido en las maneras de pensar, sentir y ver el mundo. El comportamiento humano, reviste características de complejidad, la cuales se basamentan, en la diversidad de estructuras familiares, culturales y sociales.
Conciliar las diferentes cosmovisiones, es una tarea ardua, por no decir difícil de materializar. Cada vez que escucho y leo sobre el tema en cuestión, se sobreponen más de una pregunta, las cuales luchan entre sí, en la búsqueda de alguna respuesta oportuna, que no siempre aparece. No obstante, el anhelo incansable de conocer un poco más, cada vez, nos mantiene en actitud de búsqueda constante.
La “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, establece la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y la no distinción de los derechos y libertades según el sexo. (1948). Este punto de partida, nos lleva sin lugar a dudas al concepto de Equidad, el cual es considerado como un Principio de Derecho.
Aplicar la equidad al género, supone entre otros asuntos, que las pautas sociales que regulan los patrones conductuales, asignados al sexo masculino y femenino en los diferentes contextos relacionales, estén sustentados en el equilibrio justo en el plano de realizaciones. Esto sugiere en términos prácticos, la no prevalencia de bienestares y oportunidades para un sexo en detrimento del otro sexo.
La ausencia de equidad, lacera la existencia misma, y limita en todos los órdenes el crecimiento humano. Con esta plataforma, abrimos sobre algunas implicaciones que tienen que ver de alguna manera con la aplicación de estrategias esenciales, para fin de adecuar manejos que sean viables.
Las políticas públicas, de cara a la implementación de acciones saludables, para una real equidad de género, han realizado una interesante labor, que, sin lugar a dudas, ha dado buenos resultados.
Estas acciones no se oponen, ni deberán oponerse a una mirada integradora, en la que los contextos familiares, sean vistos como co-facilitadores naturales en el aprendizaje de nuevas maneras de ver y tratar tanto a hombres como a mujeres.
La percepción y construcción de imágenes adecuadas masculinas y femeninas en el contexto familiar, son relevantes e impostergables. Estas dinámicas familiares influirán de manera poderosa en el impacto social y cultural de los pueblos del mundo.
En casa es donde se estructuran las lecturas internas que inciden en la percepción saludable de la masculinidad y feminidad. Los modelos de hombre y de mujer son interiorizados, los roles impuestos son aprendidos, los códigos familiares son promovidos, y, las creencias permean la percepción del sexo distinto.
Los comportamientos que operan en la sociedad, salen de casa. La sociedad juega también un papel trascendente, pues facilita las confrontaciones en torno a la clarificación de modelos opresivos. Por lo, que aplicar políticas de acciones conjuntas e integrativas, también es Equidad.
El ejercicio saludable de los roles de hombres y mujeres, es una necesidad que no puede esperar sólo en las políticas públicas. El potencial de fuerza integradora de la familia, es fascinante. Influir desde lo unitario y simple, hasta lo global y complejo, es una estrategia posible, con carácter de integración y esperanza sostenible.
Conciliar las diferentes cosmovisiones, es una tarea ardua, por no decir difícil de materializar. Cada vez que escucho y leo sobre el tema en cuestión, se sobreponen más de una pregunta, las cuales luchan entre sí, en la búsqueda de alguna respuesta oportuna, que no siempre aparece. No obstante, el anhelo incansable de conocer un poco más, cada vez, nos mantiene en actitud de búsqueda constante.
La “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, establece la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y la no distinción de los derechos y libertades según el sexo. (1948). Este punto de partida, nos lleva sin lugar a dudas al concepto de Equidad, el cual es considerado como un Principio de Derecho.
Aplicar la equidad al género, supone entre otros asuntos, que las pautas sociales que regulan los patrones conductuales, asignados al sexo masculino y femenino en los diferentes contextos relacionales, estén sustentados en el equilibrio justo en el plano de realizaciones. Esto sugiere en términos prácticos, la no prevalencia de bienestares y oportunidades para un sexo en detrimento del otro sexo.
La ausencia de equidad, lacera la existencia misma, y limita en todos los órdenes el crecimiento humano. Con esta plataforma, abrimos sobre algunas implicaciones que tienen que ver de alguna manera con la aplicación de estrategias esenciales, para fin de adecuar manejos que sean viables.
Las políticas públicas, de cara a la implementación de acciones saludables, para una real equidad de género, han realizado una interesante labor, que, sin lugar a dudas, ha dado buenos resultados.
Estas acciones no se oponen, ni deberán oponerse a una mirada integradora, en la que los contextos familiares, sean vistos como co-facilitadores naturales en el aprendizaje de nuevas maneras de ver y tratar tanto a hombres como a mujeres.
La percepción y construcción de imágenes adecuadas masculinas y femeninas en el contexto familiar, son relevantes e impostergables. Estas dinámicas familiares influirán de manera poderosa en el impacto social y cultural de los pueblos del mundo.
En casa es donde se estructuran las lecturas internas que inciden en la percepción saludable de la masculinidad y feminidad. Los modelos de hombre y de mujer son interiorizados, los roles impuestos son aprendidos, los códigos familiares son promovidos, y, las creencias permean la percepción del sexo distinto.
Los comportamientos que operan en la sociedad, salen de casa. La sociedad juega también un papel trascendente, pues facilita las confrontaciones en torno a la clarificación de modelos opresivos. Por lo, que aplicar políticas de acciones conjuntas e integrativas, también es Equidad.
El ejercicio saludable de los roles de hombres y mujeres, es una necesidad que no puede esperar sólo en las políticas públicas. El potencial de fuerza integradora de la familia, es fascinante. Influir desde lo unitario y simple, hasta lo global y complejo, es una estrategia posible, con carácter de integración y esperanza sostenible.