Lunes, 01 de time.september de 2014
Grupo XXI psicología
- Madrid, (España)
Psicología
Psicología
En numerosas ocasiones, tras decir “no” a alguien que nos hace una petición o propuesta que no queremos aceptar, aparece la culpa, y a veces, ésta puede ser tan intensa que nos hace cambiar de opinión y acabamos haciendo algo que no deseamos.
Pero, ¿está justificada la presencia de la culpa en este tipo de situaciones?
Para responder a esta pregunta debemos conocer cuál es el significado y la función de dicha emoción.
La culpa es la emoción que experimentamos cuando creemos que hemos provocado daño a otra persona, nos pone en contacto con los efectos de nuestro comportamiento sobre los demás y así, nos empuja a evitar el daño, o a repararlo si éste ya ha sido cometido. Desde este punto de vista, la culpa resulta una emoción necesaria para mantener relaciones respetuosas con los otros, y por tanto, para vivir en sociedad.
Sin embargo, los problemas surgen cuando la culpa nos impide defender nuestros derechos legítimos, como por ejemplo: el derecho a decir “no”, y por evitar hacer daño al otro, acabamos haciéndonoslo a nosotros mismos.
¿Cómo podemos saber entonces si la culpa que sentimos es adecuada y nos está indicando que modifiquemos nuestro comportamiento, o por el contrario, es excesiva y lo que debemos es regular dicha emoción?
Walter Riso, en su muy recomendable libro: El derecho a decir no, nos hace la siguiente propuesta:
Una manera de vencer la culpa es el análisis de siete preguntas que debemos responder para cuestionar si la culpa que sentimos está fundamentada o no.
Si las respuestas son en su orden: NO, NO, SÍ, NO, NO, SÍ, SÍ, la culpa no está fundamentada, porque mi conducta fue ejecutada a conciencia y seriamente. No habría una actitud irresponsable y por lo tanto no debo modificar mi comportamiento sino aprender a regular mi emoción.
Pero, ¿está justificada la presencia de la culpa en este tipo de situaciones?
Para responder a esta pregunta debemos conocer cuál es el significado y la función de dicha emoción.
La culpa es la emoción que experimentamos cuando creemos que hemos provocado daño a otra persona, nos pone en contacto con los efectos de nuestro comportamiento sobre los demás y así, nos empuja a evitar el daño, o a repararlo si éste ya ha sido cometido. Desde este punto de vista, la culpa resulta una emoción necesaria para mantener relaciones respetuosas con los otros, y por tanto, para vivir en sociedad.
Sin embargo, los problemas surgen cuando la culpa nos impide defender nuestros derechos legítimos, como por ejemplo: el derecho a decir “no”, y por evitar hacer daño al otro, acabamos haciéndonoslo a nosotros mismos.
¿Cómo podemos saber entonces si la culpa que sentimos es adecuada y nos está indicando que modifiquemos nuestro comportamiento, o por el contrario, es excesiva y lo que debemos es regular dicha emoción?
Walter Riso, en su muy recomendable libro: El derecho a decir no, nos hace la siguiente propuesta:
Una manera de vencer la culpa es el análisis de siete preguntas que debemos responder para cuestionar si la culpa que sentimos está fundamentada o no.
- ¿Estoy violando algún derecho ajeno?
- ¿Estoy lastimando objetivamente a alguien por descuido o irresponsabilidad?
- Al actuar asertivamente, ¿mi motivación es honesta?
- Al actuar asertivamente, ¿mi intención es hacer daño?
- ¿Estoy obrando impulsiva e irracionalmente?
- ¿He deliberado seriamente sobre mi comportamiento antes de actuar?
- ¿No será que en realidad no es mi comportamiento lo que está lastimando directamente a la persona, sino su incapacidad para renunciar a un privilegio o aceptar un «no»?
Si las respuestas son en su orden: NO, NO, SÍ, NO, NO, SÍ, SÍ, la culpa no está fundamentada, porque mi conducta fue ejecutada a conciencia y seriamente. No habría una actitud irresponsable y por lo tanto no debo modificar mi comportamiento sino aprender a regular mi emoción.
Víctor D. Magaña Loarte
Grupo XXIpsicología
www.grupoxxi-psicologia.net