Viernes, 05 de time.september de 2014
u-53250
Psicología
En esta presentación, he querido describir mi trabajo como psicólogo de escuelas en la orientación escolar y he intentado poner en cuestión nuestra práctica clínica desde la perspectiva de la psicoterapia institucional y el psicoanálisis lacaniano y reichiano. Mi trabajo terapéutico no es realmente necesario para el Estado, prefiere que nos ocupemos primero de dar informaciones clínicas a la administración y los padres. El problema no importa, es el diagnóstico lo que les importa. Aunque no lleguemos nunca a ocuparnos del psiquismo del niño enfermo. Es por esto que no estamos satisfechos con nuestro trabajo: la máquina estatal no quiere terapia en las escuelas, únicamente orientaciones para los padres y los maestros. No podemos comprender al niño como un sujeto individual únicamente, sino como el miembro de una familia; no tiene sentido el diagnóstico al menos que haya una intervención en el sistema familiar, para poder analizar los espejos en los que la infancia se mira, y como estructura su psiquismo a partir de las relaciones que establece al interior del nudo primario de apoyo, el mito familiar. Nuestra función en la escuela para poder ayudar al niño… es ayudar a los padres a discriminar en su niño y « su » hijo/a para evitar quedar atrapados en la repetición y las alianzas inconscientes, orientarlos a pensar y dejarse afectar por la trama transferencial subyacente en la relación padres-hijo/a para a partir de la comprensión de esta trama empezar a despejar y desarticular todo lo que tiene que ver con la función parental . El plan de intervención pedagógica que hemos tomado en la escuela... queda cojo, superficial, insuficiente sin la ayuda necesaria y la intervención con la familia para hacer posible el reajuste emocional indispensable a los padres o parientes que ocupan los lugares adecuados como adultos y que permitirían el desarrollo mental y saludable del niño. Comprender las manifestaciones sintomáticas del niño a partir de la escucha de éste, así como de los padres y los maestros... ¿Qué fantasías, deseos o afectos interfieren y condicionan los síntomas que vemos en el niño? ¿Qué dificultades tienen los padres y los maestros con el niño? Padres y maestros demandan los diagnósticos, con la esperanza de que éste le restituya al niño alejándose de sus expectativas y de su magisterio. El niño y el alumno enfermo es percibido como teniendo ciertos aspectos extraños, sin sintonía con el esquema parental: « No sé porqué se comporta así, en mí familia nadie era tan rebelde...; es como si no fuera mi hija... como si no tuviera nada que ver conmigo». « Cuando era pequeño, era adorable, después se hizo muy poco sociable y extraño… » El estilo de vida actual no tiene en cuenta las necesidades del niño, sino más bien la economía de mercado, de mantenimiento del sistema capitalista de consumo… Los padres deben continuar a producir para el sistema y aguantar largas jornadas de trabajo para ganar dinero y poder pagar todas las « necesidades » que el sistema les presenta como indispensables. Fatiga, frustración en el trabajo, bajos salarios…todo esto se traduce en muy poco tiempo de calidad compartido con los niños, que se sienten obligados de controlar para que molesten lo menos posible. Si el niño es muy activo, los maestros y los padres sospechan rápidamente un problema de hiperactividad.... Las madres tienen bajas maternales de muy pocos meses o nada, el niño entra en el mundo social de las escuelas y las guarderías, sin la posibilidad de consolidar su primer vínculo que determinará tanto su psiquismo. Los vínculos y los apegos saludables, las dependencias necesarias han mostrado que permiten un desarrollo mental y emocional saludable. Para ser un individuo libre e independiente, hay que experimentar la dependencia maternal (Cyrulnik). Pero el sistema se interesa muy poco de las necesidades del niño-bebé. Que hacer de los padres, de la multi-escucha – del niño y de los padres, y maestros – en la construcción de los vínculos... la necesidad de llegar con la familia y los maestros a un punto de reencuentro, del lenguaje común, para construir sus fundaciones, para poder pensar a partir de la deconstrucción de vínculos reparadores en el contexto escolar. ¿Qué hacer de esta idea de la escuela que compensa la falta de los investimientos paternos? La etiqueta clínica se transforma en explicación del síndrome (DSM-IV). Cosificación y disección de la realidad. El niño-objeto. Se fomenta su evaluación en relación a los datos de los tests… que no consideran al niño en su globalidad. El modelo que yo propongo es el de La Borde con Guattari, los situemas por ejemplo es una buena manera de medir los significantes en la clínica institucional, cuales son los fonemas de un hospital clínico. Trabajo de la introducción de la filología en la clínica. La corriente postestructuralista de los analistas lacanianos y de la antipsiquiatría que constituye el grupo de trabajo en la clínica a partir de la crítica de la psicoterapia institucional. La base de estos grupos es la transversalidad, hay que trabajar con la dimensión grupos-sujetos y los grupos desubjetivados, yuxtaponiendo los sectores del trabajo. La intervención de Oury en junio de 1960 en el GTPSI viene a demostrar que La Borde está estructurada como una combinación de fonemas, a la manera en la que Lacan afirma, en la misma época, que el inconsciente se estructura como un lenguaje. Distingue pues las diversas unidades significantes de la clínica de La Borde y pone en evidencia ciertas articulaciones que se unen al interior del castillo la unidad lavandería y la unidad insulina cuyo estado de simbiosis es tal que arriesga el escollo de la separación en relación al conjunto de la clínica – que aisladamente: «Hemos llamado a ésta, en un juego de palabras, la lavangüística ». La industria farmacéutica está detrás de toda detección del trastorno TDAH y la mentalidad de que todos los niños estén tranquilos, cuando la infancia se describe precisamente por la actividad. La cuestión que me hago es si la enfermedad es real o imaginaria. Después de un año de trabajo con niño así, nos encontramos que ciertos padres quieren tener un niño-mueble y otros, no ejercer la autoridad, dejar la educación del alumno al medicamento. Para mí, como lo dice René Schérer, la pedagogía deviene obsoleta, una secta de autoritarios, nos interesa más una nueva clínica que una nueva pedagogía, a mí entender. Cito a René Schérer : Si la secta de los profesores y de los pedagogos quiere tener un bello fin y compensar un en sí, un poco el ridículo en el cual ella cae, es esta tarea – estando atenta a las atracciones apasionadas de los niños, et ayudándolos a satisfacer la inmensidad de sus deseos, fuera de las familias y contra ellas – que ella debe exclusivamente consagrarse . Más juego en la infancia y menos fichaje o etiquetaje. Menos poner la atención en la incapacidad de los niños y más atención a la inclusividad (tratar los niños en clase para que puedan seguir el curso como el resto, en la normalidad) de los niños con problemas mentales y físicos en la escuela. Estamos en este modelo actualmente, pero los especialistas en pedagogía terapéutica y los logopedas no llegan a seguir este nuevo modelo, ya que les resulta más cómodo quedarse con ellos a solas en una clase específica. Aunque la mayoría de veces es porque los maestros y profesores, no quieren que entren en clase los especialistas. Como no, debemos luchar contra la máquina del capitalismo que ve por todas partes el negocio. Cuantos más niños son diagnosticados como TDHA, más dinero para las empresas farmacéuticas. Y además, el gabinete privado que quiere vivir de los problemas educativos, trastornos y malestares de los niños. Si el psicólogo de la red pública no detecta nada, viene entonces la privada que va encontrar cualquier problema. De hecho, el problema es el psicólogo, que no diagnóstica suficiente los trastornos. Y los padres, el Estado y el Capitalismo, que quieren lo mismo. Aunque haya que esperar para mejor saber cuál es el problema real del niño, incluso si no trabajamos las emociones en el niño en relación a la educación y la sensibilidad de los padres, etc. Los niños son la carne de cañón de la sociedad actual hipermedicalizada y hiperdiagnosticada. El capitalismo de la salud piensa que cuantos más trastornos surjan o existan en la infancia, más habrá una necesidad de medicamentos y de tratamientos caros. Como las mutuas que no piensan más que en el dinero y no en la salud del adulto o del niño. El problema es que ponemos un tapón en la botella pero no miramos dentro. Y todo lo demás, también hay que trabajarlo: la autoridad brutal en los padres, el olvido de las necesidades de los niños, el olvido de construir un ser con lenguaje y el deseo del niño, el gran olvidado. Todos estos olvidos y estos comportamientos lesivos contra el niño. Hace más falta psicoterapia familiar y menos medicamentos, o más análisis y menos sometimiento al gran amo (el gran A lacaniano). Además no conocemos los efectos reales de la medicación o imaginarios. Cuando hablamos de los efectos estructurantes de ciertos antidepresivos, no estamos suficientemente seguros y puede ser, que tengan otros efectos peligrosos o perversos a largo plazo (sentirse protegido o inmunizado por la droga, el conocido efecto placebo entre otros factores psicológicos). Con el tiempo, veremos los efectos destructores de las drogas farmacéuticas sobre la salud de los niños. Un problema omitido por las grandes farmacéuticas, los médicos que la administran y la sociedad en general. Se tendría que estudiar más, esta creencia sobrevalorada en la medicación como milagro terapéutico. Los padres osan fácilmente dar antipsicóticos o antidepresivos a los niños como si no existiera un ser en ese pequeño cuerpo. Los padres están contentos de tener un niño diagnosticado, medicalizado y por las ayudas sociales que creen poder recibir. Un niño desecho de todas estas historias no resueltas en la pareja y las relaciones con sus propios padres. Así el niño deviene: el niño mudo, el niño sordo, el niño psicótico, el niño autista, el niño hiperactivo o cinético, el niño con conductas disruptivas, etc., vamos el niño salvaje. Este niño salvaje de Truffaut (L’enfant sauvage, 1969) o el de Herzog (L’énigme de Kaspar Hauser, 1974), que no se deja ni dominar ni someter a los imperativos del Capitalismo, él también salvaje porque no ve más que el dinero en todos los problemas de salud mental. La immunitas deviene un trabajo de taponamiento del ser del niño o del adulto que muestra, en el primer caso, el presentimiento inconsciente de su proprio encierro en la escuela como en la prisión y la expresión de su síntoma familiar y en el segundo caso, la clausura en la sociedad del dinero y la locura del sistema capitalista que hace de nosotros, no sólo consumidores, sino la repetición del modelo del capitalismo por la necesidad de consumo y de ganar dinero para continuar consumiendo, todos atrapados por el mismo sistema que nos fagocita y escupe en pedazos. Es lo que señala, Alain Brossat, en la democracia inmunitaria, en relación a la infancia y a la vejez también. Cito las últimas páginas de su libro: Allí donde se impone sin condiciones ni reflexión crítica la noción de una preeminencia de los derechos ilimitados de lo humano viviente, los espectros de la historia desolada del siglo XX vienen a nuestro reencuentro: eugenismo, selección racial, experimentación sin freno sobre el viviente… La parte propiamente suicidaria del partido siempre más exclusivamente inmunitaria, adoptada por la modernidad occidental, deviene entonces la primera de nuestras inquietudes filosóficas… Tratando los niños como depósitos vacíos de esencia, nos convertimos en una sociedad suicidaria. Entramos en un proyecto destinado a la muerte de la infancia, cuando se trata de un periodo para vivir la alegría y el goce de la libertad de la conducta y de los deseos e ilusiones proyectados en el mundo. ¿Alguien ha pensado en lo que hacemos con los niños? ¿los niños de la patria? Algunos niños nos anuncian ya desde la infancia: la estigmatización, la exclusión social, el etiquetado, drogas y malos cuidados en la salud de la infancia. Otros sin familia real o simbólica, y otros con familias violentas que los maltratan o llegan hasta el asesinato del niño. El niño es el síntoma del malestar de la sociedad actual, roto por el desacuerdo del género, inscritos en la guerra de la pareja entre otras cosas que pasan desapercibidas; otro tipo de violencia aún más violenta: el tratamiento de la infancia por la escuela, la pedagogía y la psiquiatría. Me gustaría encontrar, gracias a una nueva práctica clínica a la manera de La Borde, los factores de protección de la infancia y proponerla como una labor primordial: proteger la infancia de los efectos perversos de aquellos que cuidan de él/ella (padres, pedagogos y cuidadores), de las necesidades del mercado que no ve ni piensa en el hecho de que incapacitan a nuestros niños. Sustraer los niños a la máquina del Estado y del Capitalismo. ¿De qué manera? No diagnosticar siempre. Tenemos otros tiempos para el diagnóstico. Contribuir a quitar la medicación ante los casos flagrantes en que peligre la vida del niño o de su psiquismo. Evitar el etiquetado de la infancia, no transmitir todo a los maestros sobre todo los diagnósticos, etc. Existe un cierto goce de los maestros por saber sobre el trastorno del niño. Se dicen a sí mismos: ¡el problema viene del niño que no está bien, que tiene algo más, no de mí! Su profesión no la pone en cuestión; los maestros carecen de autocrítica y de cierta higiene mental en relación a los niños y sus necesidades educativas especiales. Les falta la sensibilidad necesaria para tratar estos niños sin excluirlos. El mito del niño salvaje es substituido por la idea del niño autista, como lo señalan Guy Hocquenghem y René Schérer en su Album systématique (Co-ire) de l’enfance: Ya que estos niños son autistas que han sido abandonados o perdidos, precisamente por su discapacidad. Lo que lo prueba es la desconcertante similitud entre los rasgos de carácter y de comportamiento de los niños salvajes y de los autistas: mutismo, balanceo, actitudes parecidas a las de un animal, etc. . Mistificación de los rasgos animales en la infancia en la empresa de la educación pública cara al mito deviene disciplinaria con el niño-salvaje o el niño-lobo para devenir así éste, un niño bien disciplinado, dominado o doblegado. También, la figura del imbécil es recurrente en la educación pública. El niño-enfermo está asociado o vinculado a las figuras del salvaje o del imbécil también. Jean-Jacques Rousseau advertía ya en su Émile, en el libro primero, que cuando el niño aprende a hablar deja de llorar. Si continua, el problema tiene su origen en su entorno. Después de mi experiencia como psicólogo en la escuela pública, pienso que el problema no son los niños sino los padres y la escuela. La infancia está amenazada de muerte por la sobreprotección de los adultos y la devaluación del deseo y del placer en la infancia por el control y la disciplina totalitaria de la infancia. Todo es controlable, todo es domeñable. Pipi-caca, no te muevas de la silla, cállate, no hables, apáñatela, escribe y habla como un adulto antes incluso de superar la etapa de infantil, no hay síntoma interpretable ni malestar de la cultura en el niño, etc. ¿Qué es lo que se espera de los niños? que sean sujetos modelo de la educación pública, lo que quiere decir: sujetos dessubjetivados vacíos de su ser y de sus sensibilidades. No hay suficientes ocasiones para desarrollar momentos sensibles más bien que momentos disciplinarios colectivos. El maestro no se interesa suficientemente por la sensibilidad del niño, se preocupan más bien de ser los mejores maestros de ciclo o del seminario, aquel que hace las actividades colectivas más performativas para la galería de la escuela; los profes, el equipo de dirección y los padres. Cuestión estética y política del maestro de escuela: todo se puede controlar, ¡muéstranoslo! Es el delirio del maestro de escuela: la posibilidad de la disciplina absoluta, como en una napola . El maestro/a fija el nivel y si alguien no lo alcanza, es que debe tener un problema psicológico, físico u orgánico, familiar, estructural, de aprendizaje, multifactorial, etc. Y a veces, el problema es más bien ella o él, ya que el nivel exigido es excesivo para los niños. Es este el trabajo más delicado del psicólogo de escuela: transmitir al maestro que debe ponerse el mismo en cuestión, poner en cuestión sus prácticas educativas y psicológicas para intentar gestionar la diferencia y lo diferente en relación con los trastornos psicológicos, físicos o educativos (lecto-escritura). Si tiene menos capacidades o lo que sea, entonces habrá que trabajar más con este alumno y no dejarlo a la suya, excluyéndolo del grupo-clase y de la sociedad futura. Ocuparse menos de detectar los problemas y ocuparse más de encontrar las soluciones. La cuestión no es si hay niños que no leen o no escriben a causa de un problema psicológico (cognitivo) o de sus capacidades, o que el psicólogo no se ocupe lo suficiente de evaluarlos (o el resto de especialistas)… Es una cuestión de responsabilidad del maestro, en relación a su práctica que debe buscar integrar y hacer desaparecer la diferencia, gracias a la inclusión y al trabajo en la clase, toda la clase, no tratando al niño fuera de la norma como un resto de la totalidad del grupo que fabrica niños-esquizos (escindidos consigo mismos y con la sociedad que les envuelve). Yo he visto con mis propios ojos como los maestros estaban contentos al rechazar in situ, un niño de su clase cuando éste se le aconseja seguir el curso aparte del resto, con los especialistas. Incluso he llegado a oír, expresiones del tipo: « ¡Ale! ¡Llévatelo contigo! », acompañada de una comunicación no-verbal echa de gestos groseros. De hecho, los peores maestros de escuela que he conocido son los que dicen ser: logopedas, pedagogos, psicólogos, etc. ¡Los maestros pensadores! ¡Qué! Son normalmente, los más vagos quienes quieren desembarazarse de ciertos niños porque no llegan a ser autónomos en el lenguaje o la escritura. Pero es el maestro (no siempre, claro está) quien no se ocupa bien de la educación de los niños, de enseñarles a leer y escribir como a los demás, ya que la ciencia infusa no existe. Además, las instituciones son como enjambres no conectados que dan la impresión de funcionar pero no funcionan realmente. Ellas son como le máscara del Estado, ellas hacen como si se ocuparan de las situaciones de falta de protección social (las trabajadoras sociales saben muy bien, hasta que punto sus acciones caen en la desesperación frente a las instituciones) pero no es más que la fachada que se da la administración cara a los profesionales, a los padres y a la sociedad en general. Se trata de enviar el balón fuera y hacer miedo al ciudadano amenazándolo y no hacer nada al mismo tiempo por él. Entonces, el niño animal, el niño salvaje, el niño autista pero también, el niño olvidado y rechazado (radiado) del mundo. Toda esta biopolítica de la infancia en la escuela donde la máquina del diagnóstico clínico está presente desde el nacimiento, cuando más cerca de él mejor. Diagnosticar a los 33 meses a un niño de autismo, dicen que ya es posible. Todos diagnosticados, todos medicalizados y todos disciplinados, doblegados desde el nacimiento a la escuela. ¿Vivimos en una sociedad preparada para hacer cambios en su modo de vida? Es broma. De este estado de cosas en la escuela se desprende la idea de una sociedad herida desde la infancia, estigmatizada en los modelos de la enfermedad (modelos biomédicos y no psicológicos), en la que se separa del resto la diferencia y se disciplina al pueblo para prepararlo para la fábrica, la universidad o el psiquiátrico. Bella imagen del mundo de nuestro padre el Estado, quien nos protege de nosotros mismos y de los otros, como si se tratara de un Estado paranoico y panóptico. Esto no puede más que dar razón al filósofo y psicólogo Michel Foucault cuando dijo: Todo sistema de educación es una manera política de mantener o de modificar la apropiación de los discursos, con los saberes y los poderes que llevan en ellos mismos (El orden del discurso, 1972). Y esta otra cita: Que el saber se confundía con el poder, que no era más que una delgada máscara lanzada sobre las estructuras de la dominación, y que estas eran siempre opresión, encierro (Entrevista). En suma, el trabajo del psicólogo escolar se resume sobre todo, en una cuestión de clasificación de quien está fuera de la norma, un asunto de cuantificación de la subjetividad de los alumnos que no entran dentro de la norma. Los inclasificables, realmente.
Psicología
Texto para la Universidad de Korça, Albania
Congreso: Los usos políticos del cuerpo
Dr. Josep Ignasi Benito Climent
Filósofo y psicólogo infantil en un Servicio Psicopedagógico en España
En esta presentación, he querido describir mi trabajo como psicólogo de escuelas en la orientación escolar y he intentado poner en cuestión nuestra práctica clínica desde la perspectiva de la psicoterapia institucional y el psicoanálisis lacaniano y reichiano. Mi trabajo terapéutico no es realmente necesario para el Estado, prefiere que nos ocupemos primero de dar informaciones clínicas a la administración y los padres. El problema no importa, es el diagnóstico lo que les importa. Aunque no lleguemos nunca a ocuparnos del psiquismo del niño enfermo. Es por esto que no estamos satisfechos con nuestro trabajo: la máquina estatal no quiere terapia en las escuelas, únicamente orientaciones para los padres y los maestros. No podemos comprender al niño como un sujeto individual únicamente, sino como el miembro de una familia; no tiene sentido el diagnóstico al menos que haya una intervención en el sistema familiar, para poder analizar los espejos en los que la infancia se mira, y como estructura su psiquismo a partir de las relaciones que establece al interior del nudo primario de apoyo, el mito familiar. Nuestra función en la escuela para poder ayudar al niño… es ayudar a los padres a discriminar en su niño y « su » hijo/a para evitar quedar atrapados en la repetición y las alianzas inconscientes, orientarlos a pensar y dejarse afectar por la trama transferencial subyacente en la relación padres-hijo/a para a partir de la comprensión de esta trama empezar a despejar y desarticular todo lo que tiene que ver con la función parental . El plan de intervención pedagógica que hemos tomado en la escuela... queda cojo, superficial, insuficiente sin la ayuda necesaria y la intervención con la familia para hacer posible el reajuste emocional indispensable a los padres o parientes que ocupan los lugares adecuados como adultos y que permitirían el desarrollo mental y saludable del niño. Comprender las manifestaciones sintomáticas del niño a partir de la escucha de éste, así como de los padres y los maestros... ¿Qué fantasías, deseos o afectos interfieren y condicionan los síntomas que vemos en el niño? ¿Qué dificultades tienen los padres y los maestros con el niño? Padres y maestros demandan los diagnósticos, con la esperanza de que éste le restituya al niño alejándose de sus expectativas y de su magisterio. El niño y el alumno enfermo es percibido como teniendo ciertos aspectos extraños, sin sintonía con el esquema parental: « No sé porqué se comporta así, en mí familia nadie era tan rebelde...; es como si no fuera mi hija... como si no tuviera nada que ver conmigo». « Cuando era pequeño, era adorable, después se hizo muy poco sociable y extraño… » El estilo de vida actual no tiene en cuenta las necesidades del niño, sino más bien la economía de mercado, de mantenimiento del sistema capitalista de consumo… Los padres deben continuar a producir para el sistema y aguantar largas jornadas de trabajo para ganar dinero y poder pagar todas las « necesidades » que el sistema les presenta como indispensables. Fatiga, frustración en el trabajo, bajos salarios…todo esto se traduce en muy poco tiempo de calidad compartido con los niños, que se sienten obligados de controlar para que molesten lo menos posible. Si el niño es muy activo, los maestros y los padres sospechan rápidamente un problema de hiperactividad.... Las madres tienen bajas maternales de muy pocos meses o nada, el niño entra en el mundo social de las escuelas y las guarderías, sin la posibilidad de consolidar su primer vínculo que determinará tanto su psiquismo. Los vínculos y los apegos saludables, las dependencias necesarias han mostrado que permiten un desarrollo mental y emocional saludable. Para ser un individuo libre e independiente, hay que experimentar la dependencia maternal (Cyrulnik). Pero el sistema se interesa muy poco de las necesidades del niño-bebé. Que hacer de los padres, de la multi-escucha – del niño y de los padres, y maestros – en la construcción de los vínculos... la necesidad de llegar con la familia y los maestros a un punto de reencuentro, del lenguaje común, para construir sus fundaciones, para poder pensar a partir de la deconstrucción de vínculos reparadores en el contexto escolar. ¿Qué hacer de esta idea de la escuela que compensa la falta de los investimientos paternos? La etiqueta clínica se transforma en explicación del síndrome (DSM-IV). Cosificación y disección de la realidad. El niño-objeto. Se fomenta su evaluación en relación a los datos de los tests… que no consideran al niño en su globalidad. El modelo que yo propongo es el de La Borde con Guattari, los situemas por ejemplo es una buena manera de medir los significantes en la clínica institucional, cuales son los fonemas de un hospital clínico. Trabajo de la introducción de la filología en la clínica. La corriente postestructuralista de los analistas lacanianos y de la antipsiquiatría que constituye el grupo de trabajo en la clínica a partir de la crítica de la psicoterapia institucional. La base de estos grupos es la transversalidad, hay que trabajar con la dimensión grupos-sujetos y los grupos desubjetivados, yuxtaponiendo los sectores del trabajo. La intervención de Oury en junio de 1960 en el GTPSI viene a demostrar que La Borde está estructurada como una combinación de fonemas, a la manera en la que Lacan afirma, en la misma época, que el inconsciente se estructura como un lenguaje. Distingue pues las diversas unidades significantes de la clínica de La Borde y pone en evidencia ciertas articulaciones que se unen al interior del castillo la unidad lavandería y la unidad insulina cuyo estado de simbiosis es tal que arriesga el escollo de la separación en relación al conjunto de la clínica – que aisladamente: «Hemos llamado a ésta, en un juego de palabras, la lavangüística ». La industria farmacéutica está detrás de toda detección del trastorno TDAH y la mentalidad de que todos los niños estén tranquilos, cuando la infancia se describe precisamente por la actividad. La cuestión que me hago es si la enfermedad es real o imaginaria. Después de un año de trabajo con niño así, nos encontramos que ciertos padres quieren tener un niño-mueble y otros, no ejercer la autoridad, dejar la educación del alumno al medicamento. Para mí, como lo dice René Schérer, la pedagogía deviene obsoleta, una secta de autoritarios, nos interesa más una nueva clínica que una nueva pedagogía, a mí entender. Cito a René Schérer : Si la secta de los profesores y de los pedagogos quiere tener un bello fin y compensar un en sí, un poco el ridículo en el cual ella cae, es esta tarea – estando atenta a las atracciones apasionadas de los niños, et ayudándolos a satisfacer la inmensidad de sus deseos, fuera de las familias y contra ellas – que ella debe exclusivamente consagrarse . Más juego en la infancia y menos fichaje o etiquetaje. Menos poner la atención en la incapacidad de los niños y más atención a la inclusividad (tratar los niños en clase para que puedan seguir el curso como el resto, en la normalidad) de los niños con problemas mentales y físicos en la escuela. Estamos en este modelo actualmente, pero los especialistas en pedagogía terapéutica y los logopedas no llegan a seguir este nuevo modelo, ya que les resulta más cómodo quedarse con ellos a solas en una clase específica. Aunque la mayoría de veces es porque los maestros y profesores, no quieren que entren en clase los especialistas. Como no, debemos luchar contra la máquina del capitalismo que ve por todas partes el negocio. Cuantos más niños son diagnosticados como TDHA, más dinero para las empresas farmacéuticas. Y además, el gabinete privado que quiere vivir de los problemas educativos, trastornos y malestares de los niños. Si el psicólogo de la red pública no detecta nada, viene entonces la privada que va encontrar cualquier problema. De hecho, el problema es el psicólogo, que no diagnóstica suficiente los trastornos. Y los padres, el Estado y el Capitalismo, que quieren lo mismo. Aunque haya que esperar para mejor saber cuál es el problema real del niño, incluso si no trabajamos las emociones en el niño en relación a la educación y la sensibilidad de los padres, etc. Los niños son la carne de cañón de la sociedad actual hipermedicalizada y hiperdiagnosticada. El capitalismo de la salud piensa que cuantos más trastornos surjan o existan en la infancia, más habrá una necesidad de medicamentos y de tratamientos caros. Como las mutuas que no piensan más que en el dinero y no en la salud del adulto o del niño. El problema es que ponemos un tapón en la botella pero no miramos dentro. Y todo lo demás, también hay que trabajarlo: la autoridad brutal en los padres, el olvido de las necesidades de los niños, el olvido de construir un ser con lenguaje y el deseo del niño, el gran olvidado. Todos estos olvidos y estos comportamientos lesivos contra el niño. Hace más falta psicoterapia familiar y menos medicamentos, o más análisis y menos sometimiento al gran amo (el gran A lacaniano). Además no conocemos los efectos reales de la medicación o imaginarios. Cuando hablamos de los efectos estructurantes de ciertos antidepresivos, no estamos suficientemente seguros y puede ser, que tengan otros efectos peligrosos o perversos a largo plazo (sentirse protegido o inmunizado por la droga, el conocido efecto placebo entre otros factores psicológicos). Con el tiempo, veremos los efectos destructores de las drogas farmacéuticas sobre la salud de los niños. Un problema omitido por las grandes farmacéuticas, los médicos que la administran y la sociedad en general. Se tendría que estudiar más, esta creencia sobrevalorada en la medicación como milagro terapéutico. Los padres osan fácilmente dar antipsicóticos o antidepresivos a los niños como si no existiera un ser en ese pequeño cuerpo. Los padres están contentos de tener un niño diagnosticado, medicalizado y por las ayudas sociales que creen poder recibir. Un niño desecho de todas estas historias no resueltas en la pareja y las relaciones con sus propios padres. Así el niño deviene: el niño mudo, el niño sordo, el niño psicótico, el niño autista, el niño hiperactivo o cinético, el niño con conductas disruptivas, etc., vamos el niño salvaje. Este niño salvaje de Truffaut (L’enfant sauvage, 1969) o el de Herzog (L’énigme de Kaspar Hauser, 1974), que no se deja ni dominar ni someter a los imperativos del Capitalismo, él también salvaje porque no ve más que el dinero en todos los problemas de salud mental. La immunitas deviene un trabajo de taponamiento del ser del niño o del adulto que muestra, en el primer caso, el presentimiento inconsciente de su proprio encierro en la escuela como en la prisión y la expresión de su síntoma familiar y en el segundo caso, la clausura en la sociedad del dinero y la locura del sistema capitalista que hace de nosotros, no sólo consumidores, sino la repetición del modelo del capitalismo por la necesidad de consumo y de ganar dinero para continuar consumiendo, todos atrapados por el mismo sistema que nos fagocita y escupe en pedazos. Es lo que señala, Alain Brossat, en la democracia inmunitaria, en relación a la infancia y a la vejez también. Cito las últimas páginas de su libro: Allí donde se impone sin condiciones ni reflexión crítica la noción de una preeminencia de los derechos ilimitados de lo humano viviente, los espectros de la historia desolada del siglo XX vienen a nuestro reencuentro: eugenismo, selección racial, experimentación sin freno sobre el viviente… La parte propiamente suicidaria del partido siempre más exclusivamente inmunitaria, adoptada por la modernidad occidental, deviene entonces la primera de nuestras inquietudes filosóficas… Tratando los niños como depósitos vacíos de esencia, nos convertimos en una sociedad suicidaria. Entramos en un proyecto destinado a la muerte de la infancia, cuando se trata de un periodo para vivir la alegría y el goce de la libertad de la conducta y de los deseos e ilusiones proyectados en el mundo. ¿Alguien ha pensado en lo que hacemos con los niños? ¿los niños de la patria? Algunos niños nos anuncian ya desde la infancia: la estigmatización, la exclusión social, el etiquetado, drogas y malos cuidados en la salud de la infancia. Otros sin familia real o simbólica, y otros con familias violentas que los maltratan o llegan hasta el asesinato del niño. El niño es el síntoma del malestar de la sociedad actual, roto por el desacuerdo del género, inscritos en la guerra de la pareja entre otras cosas que pasan desapercibidas; otro tipo de violencia aún más violenta: el tratamiento de la infancia por la escuela, la pedagogía y la psiquiatría. Me gustaría encontrar, gracias a una nueva práctica clínica a la manera de La Borde, los factores de protección de la infancia y proponerla como una labor primordial: proteger la infancia de los efectos perversos de aquellos que cuidan de él/ella (padres, pedagogos y cuidadores), de las necesidades del mercado que no ve ni piensa en el hecho de que incapacitan a nuestros niños. Sustraer los niños a la máquina del Estado y del Capitalismo. ¿De qué manera? No diagnosticar siempre. Tenemos otros tiempos para el diagnóstico. Contribuir a quitar la medicación ante los casos flagrantes en que peligre la vida del niño o de su psiquismo. Evitar el etiquetado de la infancia, no transmitir todo a los maestros sobre todo los diagnósticos, etc. Existe un cierto goce de los maestros por saber sobre el trastorno del niño. Se dicen a sí mismos: ¡el problema viene del niño que no está bien, que tiene algo más, no de mí! Su profesión no la pone en cuestión; los maestros carecen de autocrítica y de cierta higiene mental en relación a los niños y sus necesidades educativas especiales. Les falta la sensibilidad necesaria para tratar estos niños sin excluirlos. El mito del niño salvaje es substituido por la idea del niño autista, como lo señalan Guy Hocquenghem y René Schérer en su Album systématique (Co-ire) de l’enfance: Ya que estos niños son autistas que han sido abandonados o perdidos, precisamente por su discapacidad. Lo que lo prueba es la desconcertante similitud entre los rasgos de carácter y de comportamiento de los niños salvajes y de los autistas: mutismo, balanceo, actitudes parecidas a las de un animal, etc. . Mistificación de los rasgos animales en la infancia en la empresa de la educación pública cara al mito deviene disciplinaria con el niño-salvaje o el niño-lobo para devenir así éste, un niño bien disciplinado, dominado o doblegado. También, la figura del imbécil es recurrente en la educación pública. El niño-enfermo está asociado o vinculado a las figuras del salvaje o del imbécil también. Jean-Jacques Rousseau advertía ya en su Émile, en el libro primero, que cuando el niño aprende a hablar deja de llorar. Si continua, el problema tiene su origen en su entorno. Después de mi experiencia como psicólogo en la escuela pública, pienso que el problema no son los niños sino los padres y la escuela. La infancia está amenazada de muerte por la sobreprotección de los adultos y la devaluación del deseo y del placer en la infancia por el control y la disciplina totalitaria de la infancia. Todo es controlable, todo es domeñable. Pipi-caca, no te muevas de la silla, cállate, no hables, apáñatela, escribe y habla como un adulto antes incluso de superar la etapa de infantil, no hay síntoma interpretable ni malestar de la cultura en el niño, etc. ¿Qué es lo que se espera de los niños? que sean sujetos modelo de la educación pública, lo que quiere decir: sujetos dessubjetivados vacíos de su ser y de sus sensibilidades. No hay suficientes ocasiones para desarrollar momentos sensibles más bien que momentos disciplinarios colectivos. El maestro no se interesa suficientemente por la sensibilidad del niño, se preocupan más bien de ser los mejores maestros de ciclo o del seminario, aquel que hace las actividades colectivas más performativas para la galería de la escuela; los profes, el equipo de dirección y los padres. Cuestión estética y política del maestro de escuela: todo se puede controlar, ¡muéstranoslo! Es el delirio del maestro de escuela: la posibilidad de la disciplina absoluta, como en una napola . El maestro/a fija el nivel y si alguien no lo alcanza, es que debe tener un problema psicológico, físico u orgánico, familiar, estructural, de aprendizaje, multifactorial, etc. Y a veces, el problema es más bien ella o él, ya que el nivel exigido es excesivo para los niños. Es este el trabajo más delicado del psicólogo de escuela: transmitir al maestro que debe ponerse el mismo en cuestión, poner en cuestión sus prácticas educativas y psicológicas para intentar gestionar la diferencia y lo diferente en relación con los trastornos psicológicos, físicos o educativos (lecto-escritura). Si tiene menos capacidades o lo que sea, entonces habrá que trabajar más con este alumno y no dejarlo a la suya, excluyéndolo del grupo-clase y de la sociedad futura. Ocuparse menos de detectar los problemas y ocuparse más de encontrar las soluciones. La cuestión no es si hay niños que no leen o no escriben a causa de un problema psicológico (cognitivo) o de sus capacidades, o que el psicólogo no se ocupe lo suficiente de evaluarlos (o el resto de especialistas)… Es una cuestión de responsabilidad del maestro, en relación a su práctica que debe buscar integrar y hacer desaparecer la diferencia, gracias a la inclusión y al trabajo en la clase, toda la clase, no tratando al niño fuera de la norma como un resto de la totalidad del grupo que fabrica niños-esquizos (escindidos consigo mismos y con la sociedad que les envuelve). Yo he visto con mis propios ojos como los maestros estaban contentos al rechazar in situ, un niño de su clase cuando éste se le aconseja seguir el curso aparte del resto, con los especialistas. Incluso he llegado a oír, expresiones del tipo: « ¡Ale! ¡Llévatelo contigo! », acompañada de una comunicación no-verbal echa de gestos groseros. De hecho, los peores maestros de escuela que he conocido son los que dicen ser: logopedas, pedagogos, psicólogos, etc. ¡Los maestros pensadores! ¡Qué! Son normalmente, los más vagos quienes quieren desembarazarse de ciertos niños porque no llegan a ser autónomos en el lenguaje o la escritura. Pero es el maestro (no siempre, claro está) quien no se ocupa bien de la educación de los niños, de enseñarles a leer y escribir como a los demás, ya que la ciencia infusa no existe. Además, las instituciones son como enjambres no conectados que dan la impresión de funcionar pero no funcionan realmente. Ellas son como le máscara del Estado, ellas hacen como si se ocuparan de las situaciones de falta de protección social (las trabajadoras sociales saben muy bien, hasta que punto sus acciones caen en la desesperación frente a las instituciones) pero no es más que la fachada que se da la administración cara a los profesionales, a los padres y a la sociedad en general. Se trata de enviar el balón fuera y hacer miedo al ciudadano amenazándolo y no hacer nada al mismo tiempo por él. Entonces, el niño animal, el niño salvaje, el niño autista pero también, el niño olvidado y rechazado (radiado) del mundo. Toda esta biopolítica de la infancia en la escuela donde la máquina del diagnóstico clínico está presente desde el nacimiento, cuando más cerca de él mejor. Diagnosticar a los 33 meses a un niño de autismo, dicen que ya es posible. Todos diagnosticados, todos medicalizados y todos disciplinados, doblegados desde el nacimiento a la escuela. ¿Vivimos en una sociedad preparada para hacer cambios en su modo de vida? Es broma. De este estado de cosas en la escuela se desprende la idea de una sociedad herida desde la infancia, estigmatizada en los modelos de la enfermedad (modelos biomédicos y no psicológicos), en la que se separa del resto la diferencia y se disciplina al pueblo para prepararlo para la fábrica, la universidad o el psiquiátrico. Bella imagen del mundo de nuestro padre el Estado, quien nos protege de nosotros mismos y de los otros, como si se tratara de un Estado paranoico y panóptico. Esto no puede más que dar razón al filósofo y psicólogo Michel Foucault cuando dijo: Todo sistema de educación es una manera política de mantener o de modificar la apropiación de los discursos, con los saberes y los poderes que llevan en ellos mismos (El orden del discurso, 1972). Y esta otra cita: Que el saber se confundía con el poder, que no era más que una delgada máscara lanzada sobre las estructuras de la dominación, y que estas eran siempre opresión, encierro (Entrevista). En suma, el trabajo del psicólogo escolar se resume sobre todo, en una cuestión de clasificación de quien está fuera de la norma, un asunto de cuantificación de la subjetividad de los alumnos que no entran dentro de la norma. Los inclasificables, realmente.